El envejecimiento de la población está aumentando la prevalencia de osteoporosis.

Que la población occidental envejece es un hecho sociológico que cada vez debiera tener más influencia en las políticas sanitarias de cada país; sin embargo, señala el ginecólogo José Luis Neyro, no debemos hablar de ello como un problema sino como un logro que hemos conseguido entre todos. es evidente que plantea retos nuevos, pero serán los hombres (sanitarios y políticos, sociólogos y demógrafos….) trabajando conjuntamente los que deberán aportar las soluciones a los problemas que ese reto plantea.
En España la osteoporosis afecta a más de dos millones de mujeres y a 800.000 hombres. La incidencia irá en aumento, ya que en 2029 habrá 11,3 millones de afectados de más de 65 años, y en 2064 los mayores de 85 años serán el grupo poblacional más numeroso, según prevé el Instituto Nacional de Estadística. Así, cabe esperar un fuerte incremento de las fracturas osteoporóticas, como afirma el Dr. Neyro, responsable del comité organizador del XX Congreso Nacional de Osteoporosis celebrado recientemente en Bilbao (ver en http://www.neyro.com/2015/09/28/entrevista-al-dr-jose-luis-neyro-ginecologo-y-presidente-del-xx-congreso-seiomm/ ). De esas fracturas «buena parte de los pacientes no se recupera completamente», afirma José Luis Pérez Castrillón, internista del Hospital Río Hortega, de Valladolid.

La fractura de cadera -de las que suceden al año entre 1,4 y 1,9 por mil habitantes- es la más grave, ya que tiene una mortalidad asociada del 8 % en el primer mes y del 30% al año de la fractura. Además, «sólo el 30 por ciento recupera la situación que tenía antes de la fractura y casi la mitad queda con una limitación tan importante que hace que muchos tengan que ser institucionalizados en residencias», añade Pérez Castrillón, coordinador del grupo de Osteoporosis de la Sociedad Española de Medicina Interna.

Aunque con un impacto menor, las fracturas vertebrales son otra consecuencia grave de esta enfermedad, y «también tienen una mortalidad no despreciable», advierte. El ginecólogo José Luis Neyro, delegado para el País Vasco de la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (SEIOMM) señala que «al menos un 65% de todas ellas están sin diagnosticar en España», todo lo cual supone un reto importante para nuestro sistema sanitario.

La muñeca es otro de los puntos débiles de las personas con osteoporosis, y su fractura es la más frecuente por debajo de los 65 años. Pero, como enumera la traumatólogo Cristina Ojeda, del Hospital 12 de Octubre, de Madrid, «también aparecen otras fracturas: en el fémur distal, tibia proximal, tobillo, ramas pubianas, húmero proximal…, es decir, en casi cualquier articulación, pero ni son tan frecuentes como las fracturas de cadera ni generan tanta incapacidad».

Al altísimo precio que pagan los pacientes (y sus familias) por su fractura, se añaden los costes económicos. Según Ojeda, «el número de hospitalizaciones por fractura de cadera es similar al de infartos cerebrales o de miocardio, pero el aumento de los costes es superior». La especialista ha comprobado que esta tendencia se repite en su hospital y entre los datos recogidos en su tesis doctoral figura que «en 2014 en España hubo unas 50.000 fracturas de cadera osteoporóticas -de las que la mitad tenía más de 85 años- con un coste por paciente de unos 10.000 euros; esto es, 500 millones de euros».
Con estos datos sobre la mesa para los expertos es prioritario contener esta auténtica epidemia para el siglo XXI. La traumatóloga destaca que «la osteoporosis no es una enfermedad, sino un factor de riesgo», pero no se maneja como otros factores de riesgo, cardiovasculares, por ejemplo. «Cuando un mayor se rompe la muñeca a nadie se le ocurre darle una pastilla, como se hace en la hipertensión. Pero esa fractura es un primer aviso de lo que sucede». Y es que, el 40 por ciento de los pacientes con fractura de cadera han tenido otra fractura previa. «Si los identificamos y tratamos en ese primer episodio, quizá podamos prevenir que se les rompa la cadera», insiste.
Pérez Castrillón es tranquilizador al asegurar que «parece que las fracturas se han estabilizado, tal vez por los fármacos que utilizamos», pero reitera que «lo fundamental es evitar que se produzca la primera fractura, porque después la probabilidad de que se repitan es muy alta». Su propuesta para no llegar a este extremo es «comenzar con la prevención a edades tempranas, mejorando los hábitos nutricionales, asegurando una adecuada ingesta de lácteos y vitamina D y realizando ejercicio físico. Además, en los sujetos de riesgo hay que hacer pruebas diagnósticas y, si es necesario, instaurar el tratamiento oportuno».
Debemos detener esta verdadera amenaza silenciosa, como le llamaban los franceses a esta terrible e invalidante enfermedad, señala José Luis Neyro (ver en http://www.neyro.com/2014/03/30/la-amenaza-silenciosa-una-pandemia-en-el-siglo-xxi/)

En España hay más de 2 millones de personas con osteoporosis. Se prevé que las fracturas por fragilidad aumenten en los próximos años. Lo contábamos en este mismo web con detalle hace unos meses en http://www.neyro.com/2011/10/21/la-incidencia-anual-de-las-fracturas-por-osteoporosis-postmenopausica-se-triplicara-en-los-proximos-50-anos/. Según los expertos, el paciente que se rompe no se recupera del todo, casi nunca y ello es mucho más probable, cuanto mayor sea…., aclara José Luis Neyro.

La de cadera es una de las fracturas más graves asociadas a la osteopororis y la más limitante por la elevada mortalidad asociada y porque muchas personas que la sufren acaban institucionalizadas en residencias. Les siguen en importancia las fracturas vertebrales y las de muñeca, estas últimas más prevalentes en grupos de población de menos de 65 años. Sea cual sea el tipo de fractura ósea los expertos remarcan el gran impacto que tienen en la calidad de vida del paciente, que no llega nunca a recuperarse del todo, y en el sistema, generando gastos de hasta 10.000 euros por paciente. Por todo ello, los profesionales apelan a la importancia de la prevención, mediante la promoción de una ingesta adecuada de calcio y vitamina D y la práctica de ejercicio, y a la detección precoz en los grupos de riesgo.