Si me tomo la medicación que necesito, empeora mi vida sexual y mis relaciones peligran.

El mejor medicamento no sirve para nada si el paciente no se lo toma. Ocasionalmente, pero no muchas veces, encontramos en la ciencia verdades incontrovertibles; una de ellas es la del título de este post. Y es que los beneficios del tratamiento se pierden si el paciente no toma la medicación que se le indica. A este respecto, decía JB Haynes que «se emplea mucho tiempo, esfuerzo y dinero en producir nuevos medicamentos, pero nadie se pregunta si el paciente los toma o no».

Ciertamente, algunos de nuestros pacientes no toman los fármacos que les recetamos. Los estudios muestran de manera uniforme que 25% de las prescripciones no se aplica y que 50% de las prescripciones para enfermedades crónicas no se cumple como se ha indicado. La adecuada adherencia al tratamiento no sólo es beneficiosa para la salud de los pacientes, sino que también resulta en una mejora del balance entre coste y efectividad en la vida ordinaria (fuera de los ensayos clínicos), por ejemplo de la terapia farmacológica de la osteoporosis (ver en https://www.neyro.com/2015/10/16/el-olvido-es-la-principal-causa-de-abandono-de-los-tratamientos-farmacologicos-entre-los-mayores/ ).

 

En el mes de diciembre de 2012 se publicó un extenso artículo que revisaba de manera sistemática mucho de lo que hasta entonces se había hecho con intención de mejorar la adherencia de los pacientes a los tratamientos. El original del artículo está a dispisición del lector interesado en el número de ese mes del Annals of Internal Medicina y se puede encontrar en el enlace https://www.acpjournals.org/doi/10.7326/0003-4819-157-11-201212040-00538. La adherencia de un paciente a un tratamiento es la resultante siempre de dos condiciones bien distintas, pero imprescindibles en su complementariedad, cuales son:

 

  • cumplimiento, entendiendo por tal que el paciente haga con el tratamiento exactamente lo ordenado durante la prescripción (dosis exacta, momento de su administración, condiciones añadidas como alimentación, ayuno, agua, exclusión de alcohol, hora del día…etc, etc…), y
  • persistencia, que es exactamente que el paciente mantenga el tratamiento de manera precisa durante todo el tiempo que le fue indicado durante el acto médico de la prescripción realizada.

Pues bien, los autores revisaron la literatura que tenían a su disposición con el esquema de trabajo que ahora mostramos en la figura del original del trabajo comentado y que muestra el diagrama de flujo de la elección de los artículos revisados (más de 4000…).

 

 

Los autores del estudio (Dres. Viswanathan y Lohr: del Dpto de Ciencias sociales, estadísticas y ambientales, RTI International, 3040 Cornwallis Road, Durham, NC 27709 en el Reino Unido) concluyen que la reducción de los gastos de bolsillo (abaratando los tratamientos o acaso buscando los más baratos?), la gestión de casos de manera personalizada (seguramente) y la educación del paciente con apoyo conductual (¿Dónde quedaron los programas de educación sanitaria?),  mejoraron la adherencia a la medicación para más de una afección. La evidencia es limitada sobre si estos enfoques son ampliamente aplicables o afectan la adherencia a la medicación a largo plazo de los tratamientos crónicos y los resultados de salud.

Y es que en estas decisiones de los pacientes sobre sus tratamientos influyen numerosos factores, pero (por ejemplo…) la razón para no tomar la medicación que con más frecuencia se argumenta en consulta de urología es que algunas medicinas tienen efectos secundarios sexuales desfavorables. Con esto en mente, es importante saber cómo ciertas clases farmacológicas interfieren negativamente con la vida sexual del paciente. A continuación vamos a revisar unas cuantas clases farmacológicas que los pacientes dejan de tomar con frecuencia por sus efectos secundarios sexuales.

 

 

1.- Antihipertensivos

Suponemos que la salud cardiovascular de un paciente debe ser más importante que su capacidad para lograr y mantener una erección (en el caso de los varones hipertensos), pero en la vida real no siempre es así. La erección es un fenómeno vascular. Por tanto, todo lo que interfiera con la capacidad del organismo para aumentar el flujo sanguíneo en el pene causa disfunción eréctil. Este es el motivo por el que los antihipertensivos (p. ej., espironolactona o las tiazidas) alteran la capacidad para conseguir una erección.

Para empeorar el problema, durante la estimulación sexual aumenta la frecuencia cardiaca y por esta razón los beta-bloqueantes, como metoprolol, que limitan el aumento de la frecuencia cardiaca, son una de las clases farmacológicas que más interfiere con la actividad sexual. Resultado en el medio plazo: elevadas tasas de abandono de algunas medicaciones, toda vez que (en ausencia de una correcta y completa educación sanitaria), el paciente no es capaz de vislumbrar los peligros de una afección apenas basada en números como la hipertensión, pero que no duele ni mortifica de entrada (o hasta que se presenta el accidente vascular y ya suele ser demasiado tarde).

 

2.- Alfa-bloqueantes

Los facultativos recetan alfa-bloqueantes a diario como tratamiento de primera línea de la obstrucción prostática, consecuencia a su vez de la llamada «Hipertrofia de la próstata» (véase en la imagen de abajo). Son baratos, genéricos y muy efectivos. Pero, por desgracia, pueden influir negativamente en la vida sexual de los hombres por dos motivos. El primero es que los alfa-bloqueantes de primera generación (p. ej., terazosina y prazosina) también son fármacos antihipertensivos y, por tanto, con el mismo efecto secundario que todos los antihipertensivos: disminuyen el flujo sanguíneo en el pene y empeoran la disfunción eréctil.

El segundo efecto secundario, frecuente incluso con la última generación de alfa-bloqueantes (como tamsulosina o silodosina) es la eyaculación retrógrada. Seamos sinceros: para algunos hombres el sexo sin eyaculación es insatisfactorio. Los alfa-bloqueantes relajan los músculos del cuello vesical y permiten la eyaculación al interior de la vejiga en lugar de fuera del pene. Este efecto secundario es muy específico de paciente y de fármaco, por lo que cambiar el alfa-bloqueante no siempre soluciona el problema.

 

3.- Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina

Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) son una clase farmacológica de antidepresivos. Algunos ISRS como fluoxetina (el archifamoso Prozac), paroxetina, sertralina, citalopram y escitalopram tienen efectos secundarios sexuales que pueden ser muy frustrantes tanto para los hombres como para las mujeres: eyaculación retardada u orgasmo retardado. Este efecto secundario es tan frecuente que paroxetina a dosis baja es un tratamiento a veces buscado para los hombres que acuden a determinadas consultas médicas por eyaculación prematura.

Lo decíamos al comienzo y repetimos ahora porque los datos son terribles: algunos pacientes no toman los fármacos que se les recetan a diario. Los estudios muestran de manera uniforme que 25% de las prescripciones no se aplica y que 50% de las prescripciones para enfermedades crónicas no se cumple como se ha indicado, de acuerdo a los datos mostrados en el estudio que comentamos. Ya lo contábamos incluso en el lejano 2009 en este web (y lo tiene el lector interesado en http://www.neyro.com/2009/06/25/en-osteoporosis-el-cumplimiento-terapeutico-es-clave/)

 


 

4.- Inhibidores PDE5

A estas alturas del partido es bien conocido por casi todo el mundo que los inhibidores PDE5 (sildenafilo, tadalafilo, vardenafilo y avanafilo) se utilizan para ayudar a los hombres a lograr la erección y que por tanto parece extraño incluirles en este repaso de los fármacos que pueden interferir con la vida sexual del paciente.

Pero estos fármacos, como cualquier otro, tienen efectos secundarios. Pueden provocar cefalea, congestión nasal, rubefacción facial o dispepsia, lumbalgias bajas e incluso alterar el estado de ánimo. Los médicos suelen aconsejar a sus pacientes que no coman antes de tomar estos fármacos eviten el alcohol, se mantengan hidratados y utilicen fármacos sin receta, como paracetamol o ibuprofeno para contrarrestar estos efectos secundarios y seguir su actividad.

Estas cuatro primeras categorías de secundarismos en relación con la vida sexual, ya lo habrá notado el lector, tiene que ver sólo con los varones (y acaso con sus mujeres en el caso de ser heterosexuales…), pero no olvidamos la repercusión en la vida sexual de las mujeres por  los tratamientos médicos, que tendremos que abordar en otro suelto de nuestro web. Seguiremos informando…