¿Ha llegado el tiempo de crear una nueva especialidad médica? Sobre el «médico virtual»

Un reciente artículo de opinión en JAMA (la revista órgano oficial de la Asociación Médica de los USA) propone discutir la creación de una nueva especialidad médica: el «virtualista», definido como aquel médico que dedica la mayor parte de su tiempo al cuidado de pacientes a través de medios digitales y consultas remotas, circunstancia cada vez más frecuente; recuérdese por ejemplo, que para un 75% de los adolescentes, Internet supone el primer medio de acercarse a temas de salud en todo el mundo (y así lo contamos en https://www.neyro.com/2016/02/12/internet-es-el-medio-de-informacion-sobre-temas-de-salud-para-el-75-de-los-adolescentes/).

Los autores del trabajo que ahora comentamos argumentan que tal especialización puede ser necesaria por el gran crecimiento que está experimentando la sanidad digital y por las competencias específicas que puede requerir la prestación remota de servicios médicos. A mayor, pero en sentido negativo, valga el ejemplo paradigmático de que en las redes ya hay de «todo»…., incluida la posibilidad de «comprar» semen de donantes anónimos para proceder a inseminaciones «caseras» evitando los centros de reproducción asistida con los innumerables peligros y riesgos que una práctica así podría conllevar (y de la que hablamos in extenso en este mismo blog en https://www.neyro.com/2016/10/26/la-inseminacion-artificial-domiciliaria-y-la-compra-de-semen-por-internet/)

La especialización de la medicina tiene su origen en el Paris del siglo XIX, motivada (George Weisz, Bulleting of the History of Medicine 77.3 2003: 536-574) por el deseo de los investigadores médicos de profundizar en sus materias de estudio y por un intento de racionalizar la organización de la asistencia agrupando a los enfermos con otros con patologías semejantes. Durante el siglo XX se fueron conformando las distintas especialidades, definiendo los límites de ámbitos de actuación de cada una y estructurando la formación especializada.

En las últimas décadas del pasado XX, se añade aún un proceso complementario de progresiva sub-especialización de la medicina en casi todas las especialidades, que muchos colegas han interpretado como de «super»-especialización cuando lo cierto es que en muchas ocasiones, señala el ginecólogo José Luis Neyro, conlleva el peligro de la pérdida de la perspectiva general del paciente, único objetivo real de la práctica médica.

Pero el mundo avanza, la tecnificación de la práctica médica está cada vez más generalizada y ahora las prioridades sanitarias y económicas hoy son bien distintas a las de hace un siglo, dominando en esta época de la historia la necesidad de afrontar la «epidemia» mundial de la cronicidad. Las enfermedades crónicas, según datos de la OMS, llegarán en el año 2030 a ser la causa de tres de cada cuatro muertes en el mundo, superando ampliamente en impacto a las enfermedades transmisibles, perinatales, nutricionales y a las producidas por lesiones y violencia. Surge la cuestión de qué taxonomía de especialidades médicas es apropiada para afrontar este nuevo desafío.

El asunto es todavía más acuciante en la necesidad de su desarrollo, toda vez que a día de hoy, destaca nuestro experto, J.L. Neyro, tan solo el 20% de los pacientes (los crónicos) consumen hasta un 80% del presupuesta sanitario y sin embargo, son muy pocos de esos pacientes afectos de padecimientos crónicos los que aprueban la asistencia médica y sanitaria que reciben como ya pusimos de manifiesto hace ya un tiempo en este mismo blog en una noticia al respecto colgada en https://www.neyro.com/2015/06/22/pacientes-cronicos-aprueban-con-solo-un-52-la-calidad-de-la-asistencia-sanitaria-recibida/.

Un artículo de la revista The Economist de 2012 describe cómo el papel central de los médicos en la sanidad sufre presiones por estos cambios en la demanda y por la evolución de las tecnologías de información y comunicación (en especial, podríamos añadir, por el impacto de las aplicaciones de la inteligencia artificial, que amenazan con reemplazar a muchos profesionales -también en el ámbito médico- en las próximas décadas). Los últimos 150 años, se dice en el artículo, han sido la edad dorada de los médicos, que han disfrutado de una preeminencia social y de unas rentas muy superiores a la mayoría de otras profesiones (quizás no en todos los países, pero sí de forma general….).

Podría parecer que el previsible aumento de la demanda sanitaria en el siglo XXI, condicionada principalmente por el envejecimiento de la población (que es general en todo el mundo y no solo entre los países desarrollados o más dotados económicamente, como ya señalamos en nuestro blog en una noticia al respecto en https://www.neyro.com/2015/01/16/envejecemos-todos-la-esperanza-de-vida-mundial-ha-aumentado-seis-anos-desde-1990/)y por la epidemia de cronicidad, vendría a reforzar esa posición del médico. Sin embargo, parece poco probable que esa demanda vaya a ser cubierta de la misma forma en la que se estructuró la asistencia sanitaria durante el siglo XX.

Si esa demanda se fuera a atender de la misma manera que en pleno siglo XX (ya pasado) por una parte, se requeriría un número de médicos mucho mayor del que existe hoy; por otro, la atención de enfermedades crónicas, por las frecuentes comorbilidades y por la afección de diversos órganos y sistemas, no es territorio exclusivo de ninguna de las especialidades en su configuración actual (cada vez se forman menos «internistas» a la antigua forma entendidos….). Quizá los médicos de atención primaria en los sistemas públicos europeos sean la figura más preparada, de entre las existentes, para realizar estas tareas, puesto que el objeto de las especialidades es generalmente un órgano (por ejemplo, la cardiología) o una técnica o conjunto de técnicas (p.ej., la anestesiología). Son más escasas las especialidades basadas en la fisiopatología o mecanismo de enfermedad (p. ej., la alergología), o en la atención de la patología propia de grupos de edad (pediatría, geriatría).

Vista así las cosas y el análisis no parece muy errado, acaso la telemedicina pueda ser una herramienta clave en el abordaje de la cronicidad, al facilitar la interacción y coordinación de diversas especialidades en el cuidado del paciente y al permitir contactos médico-paciente más frecuentes, complementados en algunos casos por una monitorización remota continua.

De todas maneras, aún no está claro si la vía más eficaz para el desarrollo de la sanidad digital es, como proponen los autores del artículo de JAMA arriba citado de noviembre de 2017 (y que ponemos a disposición de los lectores interesados en el original de JAMA en https://jamanetwork.com/journals/jama/article-abstract/2664528?resultClick=24&redirect=true), la creación de nuevas especialidades enfocadas exclusivamente en la telemedicina, pero es en cualquier caso una idea a tener en cuenta en este próximo futuro. Recuérdese solo el imposible de prever crecimiento de las TICs (teconologías de la información y de la comunicación) ha tenido en todo el mundo en apenas tres o cuatro décadas.
La clasificación de las especialidades médicas tiene grandes repercusiones en la organización de la asistencia sanitaria y en la configuración de los mercados médicos; en general además, las autoridades sanitarias no se han caracterizado por su rapidez en la reacción ante cambios sociales de la magnitud del que se nos viene encima en este bien entrado siglo XXI. Es deseable, por razones de eficiencia y eficacia, un mayor foco de los canales de provisión, pero ese foco o ámbito de actuación debería superar el que actualmente sigue la mayoría de especialidades médicas para adecuarse a la nueva realidad de la demanda.