Comerse la placenta tras el parto no aporta beneficios para la salud

na de las anécdotas más extrañas que puedo relatar de mi actividad profesional durante lo que ya empieza a ser una larga vida profesional comienza cuando tras asistir un parto sin complicación alguna en el hospital privado en el que entonces trabajaba, escuché una solicitud por parte de la paciente que jamás había tenido la oportunidad de escuchar. Tras el alumbramiento de la placenta, como era mi costumbre, le ofrecí a la paciente verla y enseñarle algunas curiosidades sobre el cordón, la cara fetal, la cara materna…, en fin. Lo que me dejó impresionado fue la casi automática respuesta de la paciente: «doctor, quiero probar mi placenta y comerme una parte de ella».

Accedí de inmediato, pero le sugerí post-poner su deseo hasta que mi labor en la sala de partos hubiera concluido y así, a solas con «su» placenta, pudiera hacer con ella lo que quisiera….Cuando finalizó todo, me quedé con la idea en la cabeza pero…., tiempos después, se ha ido extendiendo la costumbre de algunas pacientes de llevarse su placenta a casa, enterrarla en el jardín familiar para hacerla una con la tierra madre, comérsela a solas o incluso en familia como parte de algún tipo de ritual…, en fin. Hoy sabemos con evidencia científica que, más allá de las creencias de cada quién, todas respetables si no causan daño alguno a terceros, comerse la placenta no tiene ninguna ventaja para la salud lo afirme Agamenón o su porquero, si se me permite el dicho clásico.

Y es que celebridades (o famosas solamente?) como Kourtney Kardashian han alabado los beneficios de las ‘vitaminas’ de sus propias placentas y despertaron el interés por la práctica de comer sus placentas después del parto, que tratan de extender entre sus seguidores. Por el contrario y para su contradicción una nueva revisión de la Northwestern University, en Evanston, Illinois, Estados Unidos, de hasta diez estudios de investigación publicados sobre esta moda de la «placentofagia» (como la llama nuestra asesor, José Luis Neyro), no encontró ningún dato humano o animal que apoye la idea de que comer la placenta, ya sea cruda, cocinada o encapsulada, ofrece protección contra la depresión post-parto, ni reduce el dolor tras el alumbramiento, ni aumenta la energía, ni ayuda con la lactancia, ni promueve la elasticidad de la piel, ni mejora la vinculación materna y que tampoco repone el hierro en el cuerpo, «qyue de todo ello se ha llegado a afirmar» continúa JL Neyro.

Más preocupante todavía es que no hay estudios que examinaran el riesgo de ingerir la placenta,  que actúa como un filtro para absorber y proteger al feto en desarrollo de las toxinas y los contaminantes, alertan los científicos, cuyo trabajo se publica en “Archives of Women’s Mental Health”. Está a disposición del lector interesado en el enlace https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4580132/
La primera firmante del artículo que constituye una excelente revisión sobre el tema, la Dra Crystal Clark, profesora asistente de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en la Northwestern University señala que «hay una gran cantidad de informes subjetivos de mujeres que perciben beneficios, pero no ha habido ninguna investigación sistemática que analice los beneficios o el riesgo de la ingestión de la placenta». «Los estudios en ratones no son traducibles en beneficios humanos», subraya esta psiquiatra especializada en trastornos del estado de ánimo relacionados con la reproducción en el Asher Center for the Study and Treatment of Depressive Disorders de la Northwestern University.
Por el contrario a todas estas «creencias» destaca José Luis Neyro, estamos en una época de la historia de la medicina en la que la seguridad de los tratamientos y por ende de nuestros pacientes es mandatoria y en ese sentido, aún hoy se desconoce el riesgo de la placentofagia (o su preparación en «cápsulas de placenta humana») para las mujeres que la comen y para sus hijos, si les están dando pecho. «Nuestra sensación es que las mujeres que eligen la placentofagia, que deberían ser muy cuidadosas con lo que meten en sus cuerpos durante el embarazo y la lactancia, están dispuestas a ingerir algo sin evidencia de sus beneficios y, lo más importante, de sus riesgos potenciales para ellas mismos y sus lactantes», señala la psicóloga Cynthia Coyle, también autora del trabajo y miembro de la Facultad Feinberg de Northwestern University.

«No hay regulaciones sobre cómo se almacena la placenta y se prepara, y la dosificación es inconsistente –apunta Coyle–. Las mujeres realmente no saben qué están ingiriendo». Según esta experta, se necesita investigación para proporcionar respuestas.Coyle espera que el estudio incentive conversaciones entre las mujeres y sus médicos acerca de sus planes para después del nacimiento, por lo que los médicos pueden informar a sus pacientes sobre la ciencia o la falta de ella y apoyar a las pacientes en su proceso de toma de decisiones.

Clark se interesó en la placentofagia que es suma es una práctica, por otro lado, bastante común entre los mamíferos, que está basada en el instinto de conservación amparado en que dejar rastros del parto puede dar pistas a los depredadores de la hembra recién parida y de su prole….; pero de ahí a afirmar que la ingesta de la placenta puede ofrecer ciertos beneficios también a las madres humanas hay un larguísimo trecho que nadie ha recorrido con contenido y validación científica, señala el ginecólogo José Luis Neyro. 

Algunas pacientes embarazadas preguntan a sus ginecólogos si comer sus placentas podría interferir con sus medicamentos antidepresivos. La citada experta Crystal Clark no estaba familiarizada con la práctica y comenzó a preguntar a otras de sus pacientes al respecto. «Me sorprendió que era más generalizado de lo que esperaba», afirma Clark.
Aunque casi todos los mamíferos placentarios no humanos ingieren su placenta después del parto seguramente con una conducta de auto-protección para evitar el seguimiento y el ataque de los depredadores, como señalaba el Dr. Neyro, los primeros relatos documentados de mujeres que después del alumbramiento practicaron la placentofagia son de América del Norte en la década de los 70, según el estudio. En los últimos años, los defensores y los medios de comunicación han popularizado supuestos beneficios para la salud de esta práctica, nunca finalmente demostrados y más mujeres la están considerando como una opción para la recuperación post-parto.

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«La popularidad se ha disparado en los últimos años –subraya Clark–. Nuestra sensación es que las personas no están tomando esta decisión sobre la base de la ciencia o de hablar con los médicos. Algunas mujeres están haciendo esto basándose en noticias de prensa, blogs y páginas web». Todo ello, finaliza el Dr. Neyro, tiene la misma base científica que la de afirmar que tener la regla (en otro ejemplo palmario de la ignorancia heredada de tantos siglos de oscuridad científica) provoca la falta de pureza de la mujer como afirmaba el libro Levítico, uno de los cinco del Pentateuco del Antiguo Testamento de la Biblia, hace varios milenios (véase más sobre este tema en el enlace de nuestro blog presente en https://www.neyro.com/2017/10/18/de-donde-viene-la-creencia-de-que-es-obligado-tener-la-regla-cada-mes/)