Nuestros propios hábitos pueden causar el 40% de nuestros cánceres

En 1900 en Estados Unidos, según las  estadísticas, existían tres casos de muerte de cáncer por cada 100 habitantes. En la actualidad hay cuatro de cada diez,  tal y como señala la prensa francesa, aunque nos han llegado a decir que en España  la cifra es uno de cada tres, destaca el Dr.Santiago de la Rosa, presidente de la Comisión de Médicos Naturistas del Icomem, Ilustre Colegio de Médicos de Madrid.
El cáncer es uno de nuestros más fieles compañeros de viaje en una vida que alargamos entre todos, señala nuestro experto José Luis Neyro, por lo que siendo como es fruto de la degeneración celular, es perfectamente comprensible que aumente su prevalencia conforme se incrementa la esperanza de vida media en todo el mundo (léase el post de http://www.neyro.com/2015/01/16/envejecemos-todos-la-esperanza-de-vida-mundial-ha-aumentado-seis-anos-desde-1990/) De todas maneras, debemos dejar de habla del envejecimiento como un problema cuando es un logro de la sociedad del bienestar, en la que hemos vencido el reto de las enfermedades infecciosas y de las plagas; asumamos los nuevos retos con la gallardía de pelear contra la degenerativas.
Pero la verdadera realidad es que la sociedad de 1900 nada tenía que ver con la que hoy en día tenemos, afortunadamente mucho mejor comunicada, mucho más segura en todos los aspectos, pero también más contaminada por todos lados, tierra, mar y aire.  Y el progreso tiene siempre un  precio que tenemos que pagar desgraciadamente, tal y como pasó anteriormente con la revolución industrial. Con el paso de los años, el envejecimiento y el deterioro celular, el organismo nos avisa de que nuestro cuerpo no aguanta tan bien los hábitos de la vida que llevamos. A veces tenemos la suerte de dar marcha atrás y llegar a tiempo, pero casi siempre nos pilla desprevenidos  y a consecuencia de un síntoma o por una revisión de rutina, recibimos el susto de nuestra vida.

Antiguamente, no existían alimentos industrializados y/o procesados y con tantos conservantes, la leche de hoy en día es desnatada, sin lactosa y la de hace un siglo formaba nata, las margarinas no existían, las frutas duran más porque se refrigeran para que no se estropeen, no existían tantos alimentos con engordantes para los animales, con cortisonas y antibióticos. No existía tanto plástico como ahora, ni tanto coche, motos y camiones eliminando tanta gasolina, ni gasoil a la atmósfera produciendo tanto CO2 con la debida alteración de la capa de ozono, protector de la atmósfera para los rayos ultravioletas, como otras muchas sustancias. Y sobre todo, la población no fumaba como ahora. En resumen, no había progreso: en esa época de primeros de hace un siglo se morían 200 o 250 niños nacidos de cada 1000 u ahora son apenas 5.8 o 6 de cada 1000, señala el experto José Luis Neyro.

El agua no llegaba como ahora por el grifo a las casas y con la composición que tiene; las epidemias eran la constante en aquellas épocas. Hoy en día tomamos el agua mineral cuando despreciamos la segura agua del grifo; por no decir nada de las bebidas azucaradas y su relación con diferentes trastornos de la salud (tal y como explicamos en http://www.neyro.com/2015/02/23/ingesta-de-alimentos-azucarados-y-riesgo-de-cancer-ginecologico/) . Los vestidos de la antigüedad no eran tan sintéticos, eran más naturales. Todo era como vemos más natural,  con sus luces y con sus sombras ciertamente, más equilibrado con lo que nos daba la naturaleza. Hemos pasado a crear con la química y con el petróleo todo aquello que hace más de un siglo éramos incapaces de pensar que existiría.

Comparemos nuestro organismo con un coche. Cuando vamos al concesionario,  si no vamos con la idea de qué vehículo comprar, nos venderán el que nos sea más asequible. Pero el coche estará nuevo, las ruedas nuevas, el motor limpio y la gasolina será de 95 octanos. Nos explicarán que posiblemente podamos estar unos 10.000 km sin pasar por el taller a cambiar el aceite y que los primeros 1.500 kms no le pasemos de más de 110 km/h y obedeceremos. Pero cuando nos dicen que una vez al año debemos de pasar por el dentista, oftalmólogo, hacernos una analítica de sangre y orina, hacer deporte con frecuencia y comer lo más equilibrado y natural que podamos, ¿lo cumplimos como cuando compramos un coche?.

Pues desgraciadamente, no hacemos caso a Hipócrates que nos dijo que “tu alimentos sea tu medicina”, lo escuchamos infinidad de veces, pero no le damos la importancia que tiene. Ciertamente, continúa el Dr. Neyro, «somos lo que comemos y más aún en el riesgo cardiovascular» (léase el suelto que colocamos sobre el tema en http://www.neyro.com/2014/01/19/somos-lo-que-comemos-y-mas-en-el-riesgo-cardiovascular/)

Porque realmente somos lo que comemos, bebemos, respiramos, pensamos y hoy en días lo que nos rodea. Ya que hace más de 114 años no teníamos tantos frecuencias de tipo telefonía móvil, wifi, gps, wimax, ondas de radio, tv, radares, parabólicas, etc…  Podríamos decir que no existe un lugar en la Tierra ya en el que no exista una de estas radiaciones. Luego de todo lo comentado hasta ahora se desprende que tenemos que cambiar nuestros hábitos de vida, para no padecer o tener tantos tumores como el propio envejecimiento será posible que nos cause. Porque si llegamos tarde será peor para el enfermo y su familia, condenados a vivir un suplicio de años de lucha.
A partir de ahora deberíamos ser más conscientes y tomarnos la vida de forma más natural, ya que constantemente estamos jugándonos nuestra existencia corriendo más riesgos que hace cien años, como podemos ver por las estadísticas. La vida cambia, también nuestros hábitos: comamos, bebamos bien, hagamos deporte para desintoxicarnos y movamos nuestro cuerpo, todo ello nos ayudará a mantener el cáncer alejado de nosotros. Este debería ser el lema mental para cada nuevo año que empieza.